Pienso, luego río


Wittgenstein comentó en una ocasión que esperaba con impaciencia el día en que la filosofía dejara de ser una materia aparte y estuviera infusa en todas las demás materias. Filosofía es, o debería ser, un adverbio. Uno hace lingüística filosóficamente, uno estudia ciencia filosóficamente, uno investiga las cuestiones políticas filosóficamente. El humor o el juego tienen algo del mismo carácter. Es raro que el humor sea, él mismo, el centro de una actividad. El anuncio: "ahora vamos a contar chistes y a ser humorísticos" suena claramente dictatorial. El humor es también adverbial y califica el enfoque de las otras actividades. Uno responde a las preguntas humorísticamente, analiza una situación humorísticamente, habla o escribe humorísticamente.

Claro que "rápidamente", "dolorosamente" y "olorosamente" son también adverbios, pero espero haber logrado indicar que "filosóficamente" y "humorísticamente", al menos en sus mejores manifestaciones, comparten algo más que la condición adverbial. Ambos requieren una inteligencia libre en una sociedad relativamente abierta y ambos revelan un agudo interés por la lengua y sus (mal) interpretaciones, así como una tendencia escéptica respecto al prestigio. La incongruencia que está en el centro de la mayor parte de los chistes es análoga a la adivinanza que está en el centro de la mayoría de los problemas filosóficos. Del mismo modo, el tono agresivo de muchos chistes y el control social que tienden a fomentar los chistes, son semejantes a la naturaleza argumentadora de muchos artículos filosóficos y a la hegemonía intelectual que los artículos tratan de establecer. Este tono agresivo y esta naturaleza argumentadora están, hay que hacerlo notar, claramente circunscritos y presuponen una inteligencia independiente en los demás.

Finalmente, tanto el humor como la filosofía son esencialmente humanos, al requerir como lo hacen la capacidad característicamente humana de trascender el propio yo y la propia situación. Es imposible no ver, por más que lo intentemos a veces, la discrepancia entre nuestras esperanzas o pretensiones y la realidad. Dos respuestas a la desolación de esta diferencia son la filosofía y el humor. Pienso, luego río.

[Imagen: Flickr Doug]

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